por Hugo Bruschi en el Año contra la Impunidad
"Los hermanos
sean unidos", nos dijo la sabiduría de José Hernández. El regresismo
uruguayo hizo otra lectura y creyó que eran los Estados Unidos los
hermanos a cuidar. Triste papel que nos devuelve a una época que creimos
superada, cuando por entonces entregamos nuestro voto en la OEA,
para aislar a CUBA del resto de América. Y más triste aún, cuando estas
traiciones se llevan a cabo en nombre del pueblo uruguayo. De los que
votaron y de quienes no votaron a este engendro pro-imperialista de la
entrega. Las cartas están echadas a la mesa y ahora sólo cabe apelar a
las reservas morales de la sociedad uruguaya, saliendo al paso a la
ignominia. Es ahora y no después cuando todos aquellos que vitoreaban a
Hugo Chavez y sus donaciones, deberán salir a las calles y manifestar
como sea, para hacerle saber a estos gobernantes por ellos mismos
elegidos, que con Venezuela no se metan. Decirles por si no lo
entienden, que el pueblo no necesita "pruebas contundentes" de la
ingerencia imperialista en los asuntos de Venezuela. Basta observar su
largo historial de invasiones, golpes de estado y saqueos, para entender
que Nicolás Maduro sabe lo que está diciendo. Qué otras pruebas
necesitan? Acaso las bombas cayendo en las calles de Caracas, en
escuelas y hospitales?
Antes de terminar con estas reflexiones
nacidas de la indignación y la impotencia, queremos advertirle a todos
nuestros Amigos y Compañeros de la Vidriera, sobre los peligros que
implica responsabilizar solamente al Vice-Presidente uruguayo, de este
diferendo diplomático que a todas luces, servirá de pretexto para darle
la espalda a Venezuela.
El Vice-Presidente uruguayo no registra en su
foja de servicios, virtudes que lo hagan acreedor al cargo que detenta.
Si se hubiera llamado Gutierrez o González, hubiera alcanzado como
máximo, la vice-presidencia de un Club de Pesca o de Bochas. Èl está
sentado allí por su apellido y no por otra cosa. Para bien y para mal,
pues ese apellido mal llevado lo mantiene rehén de una situación a la
que no puede escapar y lo condena a estar siempre al servicio de
alguien. Casi podríamos afirmar que padece una crisis de identidad, en
donde sus limitaciones no le permiten sacudirse el apellido y
presentarse como un hombre que piensa y tiene ideas propias. De ahí que
todo lo que diga, será siempre el reflejo de lo que piensan sus jefes,
en este caso Tabaré Vazquez, Astori o el mismo Nin Novoa. Para quienes
conocieron a su padre, siempre será el hijo que renegó de aquel legado
de dignidad. Para quienes lo votaron, el hombre que lleva un apellido
histórico, sin más mérito a la vista. Y él lo sabe y ese es su gran
drama. Por ello no deberemos culpar al muñequito del tablado, que habla
por boca o estómago de su ventrilocuo. Para que no nos pase lo que
aquella mujer ofuscada, que subió al escenario y de una trompada le
arrancó la cabeza al muñeco. Su escote generoso había despertado la
atención del muñeco, quien comentó: "mirá las tetas de esa mina". Y ella
creyó que era el muñeco quien hablaba.......
La única garantía que
puede tener Venezuela desde el Uruguay, descansa en lo que el Pueblo y
fundamentalmente quienes votaron a este gobierno, puedan hacer para
frenar la infamia. Que nadie en nuestro nombre, le clave un cuchillo por
la espalda a la Patria de Simón Bolívar, tendría que ser la consigna
que recorra el pais de norte a sur, este a oeste. Un Pueblo movilizado
ante tanto servilismo, un Pueblo que terminará pagando las
consecuencias, si se olvida que los hermanos tendrán que ser
unidos,"porque esa es la ley primera".