lunes, 8 de septiembre de 2014

Las clientelas no preguntan


por Hugo Bruschi en el Año de la Dignidad

Yo estaba dando mis primeros pasos de ciudadano, comprometido con la suerte de mi país y el de la Sociedad en que me tocó vivir, cuando poco a poco se fue abriendo un mundo desconocido para mí. El mundo de los favores, de las gauchadas. El de hoy por tí, mañana por mí. Y en ese descubrimiento,recuerdo con nitidez un personaje de mi barrio que me dejó marcado para toda la vida. El hombre en cuestión tenía un club partidario,que más que eso funcionaba como una fachada de otras actividades, no tan comprometidas con la suerte del país. Aquél "clandestino de carreras y a ratitos quinielero" que cantaba El Mago, era un niño de pañales comparado con este personaje. Bagayero a gran escala, reducidor (compra y venta de artículos robados),dueño de la timba nocturna con "cebelé" y conga. Tampoco faltaba el mostrador con caña y grappa, para animar la velada. Es decir, un prontuario para nada envidiable. Y este hombre acostumbraba llegar hasta el boliche en busca de "piernas", para hacer acto de presencia en el club que recibiría al diputado. "El hombre vive y deja vivir" era su argumento más convincente y mucha gente pensaba "que uno nunca sabe cuando se puede necesitar". Como decía el Martín Fierro, siempre es bueno tener un palenque donde rascarse. Y el local se desbordaba por supuesto,para alegría del diputado y del Partido. La concurrencia de algún modo representaba la composición barrial, laburantes, jubilados, gente común que paraba en el boliche, algún chorro y algún punga a quien todos conocían. Unidad sin exclusiones podríamos decir. Cuántos de ellos no recibieron los favores del diputado, cuantos de ellos no fueron defendidos por el abogado amigo del diputado y hombre prominente del Partido? Ellas por ellas, hoy por tí, mañana por mí, era la consigna. Allí nadie hacía preguntas y todos escuchaban y aplaudían al diputado.

Yo que por esos tiempos comencé a tomar distancia del barrio, me iniciaba en historia con "Ismael" que un Amigo me recomendó. También leía comentarios sobre economía y otras yerbas y fui también descubriendo que en el juego democrático, el voto de aquella gente, valía lo mismo que el de mi profesor del nocturno donde estudiaba por las noches.

Quiero pensar, por el bien de todos pero sobretodo de mi país, que aquellos tiempos han quedado atrás, que aquellas prácticas de la vida política, sólo  son un triste recuerdo y forman parte del pasado. Sin embargo días atrás leí algunas declaraciones en la prensa, que por instantes me trasladaron a aquellas clientelas arriadas, sin otra función que la de aplaudir. La senadora y primera dama Lucía Topolansky, declaraba casi con alegría que "recorrí el país y nadie me preguntó nada sobre PLUNA. Le faltó decir que a la gente de este país, le importa un carajo si PLUNA vuela o no lo hace. Tal vez el que quiera volar, tiene otras líneas aéreas o en su defecto puede comprar un "pasaje" a menor costo en la esquina del barrio, y volar a precios módicos a los rincones más exóticos del planeta. O si prefiere plantar en el fondo de su casa esos "pasajes" y de tal modo volar casi gratis. De que otro modo podemos tomar estas declaraciones, sino con ironía? Lo que a esta senadora tendría que llenarla de vergüenza, lo ha convertido en un tema trivial. Sólo le faltó agregar: " aquí no ha pasado nada". Cuando su deber tendría que haber sido decirle a sus simpatizantes que "aquí hay un tema que está en boca de todo el mundo y que ha pasado a la Justicia. Tema que por lo tanto, no podremos rehusar. Aquí estoy para evacuar todas las preguntas que consideren pertinentes". Así se procede cuando se tienen las manos limpias y la conciencia tranquila. Luego dejar que blancos-colorados-amarillos-verdes-naranjas- y marrones opinen lo que quieran. Pero nó, se alegró por una militancia que la escuchaba en silencio, sin preguntas incómodas.

Sinceramente, si yo estuviera en su lugar me sentiría un fracasado, si nadie me pregunta por un tema que costó al país millones de dólares, que tiene entre los involucrados ministros y otros altos funcionarios y que se ha convertido en un "fierro caliente" al que nadie quiere tomar en sus manos. Y aquí ya no vale echarle las culpas a los rosados o a los radicales. Esto es otra cosa....... Y si yo estuviera en su lugar dudaría también si esa gente que escuchaba, aplaudía y no preguntaba nada, no habrían sido arriados, es decir "piernas" que llenan los locales partidarios. Piénselo Doña Lucía y tal vez su alegría se convierta en desencanto.