miércoles, 1 de abril de 2015

Cuando la vida no vale nada


por Hugo Bruschi en el Año contra la Impunidad.

Aún no sabemos si las fotos de la Colonia Etchepare, han recorrido el mundo con la celeridad que lo hacen las de Mujica y  su chacra de Rincón del Cerro. Casi preferiríamos que nó, para evitarnos el escarnio y la verguenza. Verguenza que cargamos, a pesar que hemos luchado toda una vida con lo que tuvimos a mano, para que estas cosas no fueran como son. Verguenza que no tiene color, de tenerlo sería celeste. Verguenza que no es blanca, ni colorada, ni multicolor y progresista.

 VERGUENZA NACIONAL, verguenza que tendría que invadir el espíritu de cualquier uruguayo bien nacido, al ver a algunos de sus semejantes sometidos a la humillación y al desprecio. Y esta verguenza no comenzó ayer, lleva más de 70 años de gobiernos de todos los matices, sin que nadie se acordara que aquellos enfermos psiquiátricos, eran seres humanos dignos de respeto, dignos de ser tratados como tales.
Pero la mayor responsabilidad recae sobre este gobierno, porque fue precisamente a esta gente que el Pueblo votó por tercera vez consecutiva, para cambiar las cosas. Entre éstas, el tema de la salud y el estado ruinoso de los centros hospitalarios. Quirófanos y salas de tratamiento intensivo post-operatorio, debieron ser clausuradas temporalmente, al detectarse presencia de ratas, como ocurrió no hace mucho en el Pereira Rossell. Cloacas que se desbordan los días de lluvia intensiva. Hágase una recorrida por el Hospital de Clínicas y compruebe el estado del edificio. Para no hablar de las carencias en materia de camas y salas en condiciones de recibir pacientes. Corredores abarrotados de gente, a la espera de un lugar en las salas. El compañero Ruben Bouvier ha hecho un seguimiento pormenorizado y responsable, del estado de nuestra asistencia pública, de cómo se le han quitado recursos a la salud, de como le mienten a la población cuando hablan de infraestructura y los millones que invierten. No abundaremos por tanto en estos aspectos, que Ruben Bouvier maneja con más solvencia que nosotros.

Hablaremos con dolor, de un paciente que fue practicamente comido por los perros hambrientos, que merodean por la Colonia Etchepare. No sabemos si ese paciente tenía familiares que lo visitaran, tampoco sabemos que explicación le darán - de existir - a esos familiares cuando pregunten como pasaron las cosas, cómo pudieron pasar. Tampoco la emprenderemos contra el personal del establecimiento que debe trabajar en esas condiciones, que más se asemejan a los leprosarios que vimos alguna vez en el cine. Personal que seguramente por ser reducido, no puede cuidar de cada paciente como debiera, ni controlar las salidas fuera de los radios de vigilancia. Pero aquí ha existido negligencia por parte de las autoridades, eso es indudable. Quien sostenga lo contrario, no solamente es un inmoral, sino también cómplice. No es normal que los perros se coman a los pacientes. Y ahora vienen las medidas sanitarias....Esperaron a que los perros se comieran a un paciente para tomarlas, para tratar de erradicarlos, reubicarlos o darles de comer? Y aquí se ha registrado una flagrante violación al más elemental de los derechos humanos: el derecho a la vida, más agravado aún cuando se trata de seres indefensos que nada pueden hacer frente a una jauría salvaje y hambrienta. Cómo puede ser que estos peligros no fueron detectados con anterioridad, será que los que no pueden votar dejan de ser interesantes y por tanto condenados al olvido?

Si la muerte de este paciente, sirviera por lo menos para despertar en la Sociedad Uruguaya sentimientos de culpa; si por lo menos llevara a tomar conciencia y cerrar el puño hasta hincarse las uñas y sangrar de bronca; si por fin le exigieran a sus gobernantes el cumplimiento de sus promesas, en lugar de festejar tal vez sin saberlo su propio infortunio, entonces podríamos aún con dolor, afirmar que la esperanza necesitó una víctima comida por los perros. Que esa muerte no haya sido en vano.