viernes, 20 de marzo de 2020

Las miserias del alma




por Hugo Bruschi

Gente sin escrúpulos lucrando con la desgracia, delincuentes ganando dinero con la desesperación. En Europa ya se han registrado decomisos de falsas vacunas y material sanitario prácticamente inservible, que se ofrece a una población presa del miedo. Acaparadores de productos necesarios para el consumo.

A veces dudamos del ser humano, cuando nos vemos enfrentados a catástrofes que convocan al egoismo. Hemos visto como gente irresponsable sólo piensa en su aparente "bienestar", sin preocuparse por sus semejantes.

Yo recuerdo con nitidez, un hecho registrado en el Uruguay allá por el 65 o 66, poco importa el año. En el viejo Teatro Artigas de la calle Andes entre 18 de Julio y Colonia -creo que ahora hay un estacionamiento- se anunciaba una función especial destinada a los enfermos y discapacitados. Un "mago" prometía curar enfermedades y el mensaje tuvo eco en las familias que desesperadas creían en cualquier milagro. Así fue que se formó una larga cola que llegaba hasta 18 de Julio en donde se veían bastones blancos, gente hablando por señas, sillas de ruedas, etc. Los ciegos recuperarían la vista, los mudos podrían hablar normalmente, los sordos podrían escuchar a Mozart o a Carlos Gardel, los paralíticos dejarían sus sillas de ruedas para caminar como cualquier otra persona. El espectáculo prometía, hasta que alguien no sabemos quien, dió la orden a la policía de poner fin a este triste y miserable espectáculo. Hubieron forcejeos, codazos y empujones. No faltaron los insultos a la policía, que prohibía a los enfermos recuperar su salud.

Era la desesperación de la gente explotada por un delincuente. Y estas escenas se repiten en nuestros días, cuando aparecen quienes están dispuestos a lucrar con las necesidades de un pueblo agredido por un virus, acaparando artículos de primera necesidad para venderlos más tarde a precios 3 o 4 veces su valor inicial. Por suerte y también hay que decirlo, siempre quedan ciudadanos solidarios que piensan más allá de su propio bienestar, para dar una mano al prójimo, siempre quedan esforzados trabajadores de la salud, quienes a riesgo de la propia se ponen al servicio de la Sociedad.